Socavamientos en Tierra Amarilla, ¿está todo dicho?
[Reportaje Revista Tierra Culta] En el siguiente artículo, el geólogo Miguel Cáceres Munizaga nos habla sobre los antecedentes de la situación que se vive en Tierra Amarilla con el socavón aparecido recientemente, donde la comunidad local recuerda los desprendimientos de 1993 y 2013 muy vívidos. Mientras mineras y autoridades llaman a la tranquilidad por los estudios realizados, existen aspectos metodológicos cuestionables.
Para quienes no conocen, Tierra Amarilla está a 12 kilómetros al suroeste de Copiapó. Es una comunidad que ha convivido con la minería desde sus orígenes. Hace más de un siglo, el pirquinero recorre las serranías que la cobijan en búsqueda de la esquiva fortuna. No obstante, la ferviente actividad minera industrializada que comenzó a principios de los 90’s, regurgita a diario material en cada espacio que le es posible, los cerros en donde los esforzados mineros perseguían sus derroteros, hoy han sido reemplazados por altos montones de rocas estériles que han adelantado el caer de la penumbra, grandes rajos de kilométrico diámetro y un sinnúmero de galerías subterráneas.
La aparición de un socavón circular el último fin de semana de julio, volvió a activar las alarmas de los habitantes y reavivó el rumor que reza que por debajo de la urbe existen multiplicidad de galerías subterráneas derivadas de la actividad extractiva, las cuales revestirían un riesgo. Pero, ¿es este fenómeno algo aislado?, ¿ha ocurrido antes?, ¿puede estar tranquila la comunidad?, en el siguiente artículo se ahonda en la historia de los más relevantes desde comienzos de los 90’s y se entrega una crítica a algunos estudios realizados años atrás.
Hundimientos anteriores

El sábado 6 de marzo de 1993 ocurrió un gran hundimiento en la mina Santos, operada por la Compañía Ojos del Salado perteneciente a la desaparecida Phelps Dodge. El socavón generó una cavidad cilíndrica de 30-32 m de diámetro y 18 m de profundidad, cuyo abrupto colapso vino acompañado de un ruidoso estruendo subterráneo que generó gran alarma y confusión entre los tierramarillanos. Un estudio de la época indicó que la causa del desmoronamiento fue debido a la actividad minera y secundariamente a factores como la condición del sustrato y la presencia de agua.
Décadas después, en noviembre del 2013, aparecieron varias depresiones en el extremo norte de Tierra Amarilla, una en los alrededores del nudo Uribe, otra en el

patio de una casa ubicada en calle Manuel Montt y, finalmente, un boquerón de 20 m de diámetro por 30 m de ancho que surgió en el curso inferior de la quebrada Meléndez, en la zona de la mina Manto de Cobre perteneciente a PUCOBRE. Esta seguidilla de asentamientos y la preocupación de la comunidad gatilló que las principales mineras de la zona, el Gobierno Regional, autoridades municipales y actores sociales formaran la Mesa Minera de Tierra Amarilla, la cual acordó estudios topográficos de las labores cercanas y una exploración del subsuelo mediante sondajes. La campaña se inició el 12 de mayo del 2016 y consistió en 11 perforaciones que totalizaron 1.650 m y que fueron ubicados en sectores determinados por la propia comunidad: 6 en el sector norte (área aledaña a la mina Santos en la población Luis Uribe y población Los Aromos), tres en sector Cancha Carrera (aledaño al lugar del mismo nombre) y dos en el sector Algarrobo (cercano a la población homónima). En el informe, presentado en diciembre del 2016 y del cual la Universidad de Atacama actuó como garante, concluyó que no existían labores mineras subterráneas bajo Tierra Amarilla.
Finalmente, la noche del sábado del 30 de julio del 2022 se reportó un colapso aledaño a la mina Alcaparrosa, perteneciente a Lundin Mining. El forado tiene un diámetro de 32 m y una profundidad de 64 m y, aparentemente, estaría directamente relacionado con el colapso de una labor a 200 m bajo la superficie. El asentamiento ha tenido una alta cobertura noticiosa y hasta personal de apoyo del Sernageomin ha viajado desde Santiago para analizar el tema. A la fecha de cierre de estas líneas, el socavón seguía lentamente expandiéndose y zonas húmedas empezaban a aflorar entre sus paredes, al igual que la incertidumbre.
¿Son suficientes los estudios?
Ahora bien, no se sabe aún con certeza los motivos del colapso que llevó a la formación del presente socavón, aunque a opinión del autor de este artículo, se olfatea alguna falla en la evaluación geotécnica combinada con la presencia de agua subterránea, tal vez derivada de las copiosas lluvias de hace algunas semanas atrás. Se deberá esperar las conclusiones de la investigación para saber esto a ciencia cierta.
No obstante, tanto las mineras como las autoridades regionales proyectan tranquilidad basada en el estudio realizado en 2016, el que concluyó (casi) categóricamente la inexistencia de labores bajo Tierra Amarilla, pero, ¿qué tanta certeza entrega mentado reporte? Lo cierto es que solo es parcialmente concluyente en los sectores perforados, pero no para toda la ciudad, ya que la poca cantidad de sondajes, su distribución espacialmente agrupada, la escasa profundidad de los pozos y solo considerar que las cavidades se atribuyen a factores antrópicos, disminuyen su representatividad.
Con este nuevo fenómeno, se debiese reconsiderar ejecutar un nuevo estudio que cubra toda la zona urbana. La utilización de técnicas geofísicas como el radar de penetración terrestre o tomografía de resistividad eléctrica, han sido exitosamente probadas en latitudes donde los fenómenos de asentamientos son más comunes producto de la configuración geológica del subsuelo. Se sugiere sistematizar estos estudios mediante varias secciones transversales a la ciudad de manera de determinar si existen irregularidades en profundidad y, una vez identificadas, proceder con una fase de perforación para testear las posibles oquedades bajo Tierra Amarilla. Un estudio de tales características si le dará la tranquilidad a la comunidad tierramarillana que cada día sigue siendo asfixiada por la actividad minera.
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Fuente: revistatierraculta.cl