Guía del desierto florido

La Conaf anunció que esta será la floración más grande de los últimos 20 años en Atacama, y el punto máximo se vivirá entre esta semana y mediados de septiembre. Sepa a dónde ir a ver este fenómeno único que se debe apreciar y también respetar y cuidar.

.

Los 148 kilómetros entre las ciudades de Copiapó y Vallenar en Atacama, normalmente son áridos. A ambos costados de la carretera predomina el marrón que contrasta con el violáceo y verdoso de algunos cerros. La vegetación es escasa y se mantiene apenas con la neblina de la mañana y el rocío de la tarde que distraen en algo la monotonía de una ruta larga y recta. Eso hasta que llueve.

Este año -al igual que en 2015- hubo precipitaciones copiosas y poco habituales en la región, sobre todo en mayo pasado. Bastó con eso para que sucediera el milagro y el desierto se llenara de flores, fenómeno natural que desde hace algunas semanas ya se puede apreciar en toda Atacama y que ha atraído a miles de turistas.

La Conaf anunció que este será el desierto florido más grande de los últimos 20 años, y el punto máximo de floración se vivirá entre esta semana y mediados de septiembre, lapso que podría extenderse algo más tomando en cuenta que el viernes y sábado pasado cayeron algunos milímetros en buena parte de la región. “En 1997 cayó en la provincia del Huasco una cantidad de agua muy similar a lo registrado este año, y significó un espectáculo memorable”, dice el experto en floraciones, Roberto Alegría, que acaba de publicar su tercer libro acerca de este fenómeno.

Por estos días sólo hay que avanzar por la Ruta 5 Norte para ver hectáreas repletas de flores. Prados rojos, amarillos, blancos y azules que cubren la tierra hasta las faldas de los cerros que ahora lucen verdes y llenos de manchones multicolores.

Lo primero que impresiona está a tan sólo 20 kilómetros al sur de Copiapó, en el sector del cruce a Nantoco. Ahí se puede disfrutar de una alfombra roja intensa a ambos lados de la ruta. Se trata de la flor conocida como pata de guanaco, que por su color es una de las preferidas por los visitantes que paran a fotografiarse al lado de la carretera.

Siempre hacia el sur, avanzando otros 40 kilómetros, en el peaje Totoral (km 729 de la 5 Norte) cambia el color, y se ve un tapiz blanco casi sin espacios vacíos a la vista. Las miles de flores parecen pequeñas olas que se mecen con el viento y hacen olvidar completamente que se está sobre uno de los lugares más secos del mundo.

“Ahora ya se pueden apreciar mantos de suspiro, patas de guanaco, terciopelos, cacatúas, huilles, suspiros de campo, amancay, azulillos, coronas de fraile, malvillas, añañucas rojas, blancas y amarillas, además de muchas otras especies. Estamos a la espera de la estrella del desierto, la famosa garra de león, que ya está abotonada y debería florecer a fin de mes y comienzos de septiembre”, dice Roberto Alegría.

Para ver las flores en toda su magnitud, el experto recomienda ir al Parque Nacional Llanos de Challe “que ya está casi al tope de su floración, pasando antes por la Aguada Tongoy, en la ciudad de Huasco y por el sector Piedras Grandes en el pueblo de Freirina”.

También hay otros sectores de difícil acceso como Huantemé (a 15 km al norte de Vallenar) o Crucecita cerca de Freirina, “lugares que son más secretos”, dice Alegría, que lleva más de 40 años estudiando este fenómeno y que a la fecha ha identificado y fotografiado más de 200 especies.

“Es probable que aparezcan algunas que no hemos identificado, por lo mismo hay botánicos investigando algunas especies -de corta duración- que dábamos por desaparecidas”, agrega.

Una de las vías para llegar a Llanos de Challe es el camino que une Vallenar con Huasco Bajo. Este recorrido permite, además, visitar diversas caletas de pescadores -la más conocida es Carrizal Bajo- donde además de disfrutar de la flora y fauna de un humedal espectacular se pueden probar productos del mar frescos, al igual que en caleta Pajonales.

El Parque Nacional tiene el sendero interpretativo Centenario, recorrido autoguiado de 2,5 km que atraviesa diferentes ambientes y tipos de vegetación. El lugar es además refugio de múltiples especies con problemas de conservación, como la famosa garra de león y napina, y ahí se pueden encontrar 206 especies nativas, 14 de ellas endémicas, es decir, que sólo se encuentran en Atacama.

Turistas llegan de todas partes a conocer el fenómeno del Desierto Florido en la Región de Atacama. Foto Alex Fuentes C. Desierto Florido

Totoral, un pueblito mágico
Si no quiere seguir por la costa (el camino llega hasta Caldera), a la altura de la caleta Totoral puede desviarse hacia el interior del pueblo del mismo nombre. Está todo señalizado, pero hay que estar atentos para no pasarse de largo. Hay trabajos en la ruta que pueden demorar el recorrido, pero las detenciones no duran más de 15 minutos.

Las flores multicolores, arbustos, zorros, guanacos y algunas aves de rapiña acompañarán este trecho donde se fusiona el desierto con el mar, creando un ecosistema único que permite la germinación de semillas “latentes”, bulbos o raíces que esperan la mínima oportunidad para aparecer.

Unos cuatro kilómetros antes del pueblito de Totoral, a los pies de una cuesta pronunciada (fijarse en señalética de desvío), aparecen algunas quebradas donde las flores pintan de colores los cerros que normalmente están secos. El lugar es una parada obligada para tomar fotografías e incluso hacer un mini-pícnic.

En Totoral mismo la oferta gastronómica es limitada, pero se pueden comprar las churrascas con queso de cabra, mantequilla o arrollado artesanal que don Osiel y su familia preparan al paso. Esta picada no desentona, pues además ofrece aceite de oliva de la casa y aceitunas a muy buen precio, todas delicias que los turistas desprevenidos que no llevaron snacks agradecen de verdad.

La pequeña iglesia es otro de los atractivos del poblado, una de las más antiguas de la región que data del siglo XVII y que engalana un pueblito que pareciera no despertar nunca de la siesta.

El paisaje ofrece también cactus de diferentes tamaños, vegas con totorales y asentamientos humanos que han ido ganando fama para el turismo rural.

Siguiendo por Totoral otra vez hacia la carretera 5 Norte (40 km), hay extensos valles verdes con flores principalmente blancas y azules. Ahí empalmará con el mencionado peaje Totoral (a 80 kilómetros de Copiapó). A sólo metros de ese lugar está la posada Los Pajaritos, una picada de carretera que además de buenos platos tiene un minizoológico.

Flores aparecen en todo su esplendor en la Regin de Atacama, la fotografia fue captada en el sector de Totoral, justo al lado de la carretera que lleva al mencionado poblado en la region de Atacama. Foto Alex Fuentes C. Desierto Florido

Tours
Carlos Aguilar es un fotógrafo y documentalista arraigado en la región hace años. También hace tour personalizados que partieron hace un mes con los primeros brotes. Él también cree que el de este año será el desierto florido más espectacular de las últimas dos décadas y cuenta que los hoteles están casi todos copados y que incluso mucha gente se está alojando en Caldera y Bahía Inglesa. Cobra 30 mil pesos por persona por un paseo día completo, que incluye snacks y almuerzo. “Los valores no pueden exceder los 50 dólares”, asegura.

Estela Benlloch, gerenta de Alaya, el tour operador del Hotel Antay, dice que tienen reservas para lo que queda de este mes y todo septiembre. Sus precios varían entre 55 mil y 70 mil, dependiendo si se opta por el tour regular o privado, ambos incluyen snack, almuerzo en terreno y seguro de viaje. “Hemos tenido visitas de Japón, Francia, Brasil, España. No estamos full, pero sí hemos mejorado en la ocupación que los fines de semana llega hasta el 80 por ciento”, explica la ejecutiva.

Sernatur, en tanto, espera que los turistas superen las 20 mil personas que visitaron la región en 2015 para conocer el desierto florido. A la fecha, dicen desde el servicio, hay un 60 por ciento de reservas en los hoteles como promedio.

“Este será el desierto florido más fotografiado de la historia, llegarán más visitas, lo que obliga también a las autoridades, los guías y a la comunidad a educar, cuidar y preservar esta maravilla”, añade Carlos Aguilar quien ha tenido que recoger todo tipo de basura “olvidada” por los turistas.

En esa línea, pide también que los operadores se preocupen de controlar a las “verdaderas estampidas de personas que bajan de los buses y pisotean las plantas”. Ese es el mayor peligro, agrega Roberto Alegría, “el pisoteo de especies, pues se interrumpen las germinaciones. Además tenemos carencia de rutas claras y vigilancia”.

Por esta razón la autoridad ha lanzado una campaña de protección que ha incluido videos grabados por rostros de la televisión para evitar que los turistas quiebren las flores o las atropellen con sus autos. La iniciativa coordina a las nueve comunas de la región e incorpora alianzas con privados con la idea de aplicar una ordenanza común para sancionar a los visitantes que dañen o arranquen las especies que en otro hábitat no tienen ninguna posibilidad de crecer.

Junto a ello, la PDI y otras reparticiones están realizando visitas periódicas a los lugares de más afluencia para resguardar la naturaleza.

Otros destinos floridos
No todo es Llanos de Challe. Unos 100 kilómetros al noreste de Copiapó, el pequeño pueblo minero de Inca de Oro también tiene qué mostrar. En el marco del proyecto “Diseño de ruta turística y Plan estratégico de la Provincia de Chañaral” del gobierno de Atacama y el Observatorio de Ciudades de la UC (OCUC), los investigadores Tomás Gómez y Ximena Arizaga identificaron desierto florido en la ruta hacia la localidad costera de Flamenco.

“Es un viaje de una hora por un camino en excelentes condiciones que recorre -entre planicies extremadamente áridas, casi marcianas- valles fluviales rodeados por estribaciones de la cordillera de la costa. A 20 kilómetros de Flamenco hay manchones de flores y arbustos de colores verde, rojo y, principalmente, blanco que asoman desde conos aluviales construidos a los pies de quebradas que corresponden a la especie leucocoryne appendiculata phil la cual no había sido asociada, hasta la fecha, con este territorio”, explica Arizaga.

A unos 40 kilómetros por la carretera, al norte de Flamenco, en el sector minero el Morado, también hay flores coloridas. En este trayecto se recomienda almorzar en el Fogón de la Abuela, restaurante de carretera con platos que sorprenden por su variedad, calidad y precios, características que incluso le han quitado la hegemonía a la Ovallina, la otrora gran picada de Atacama.

Caldera no se queda atrás. La Quebrada La Zorra, distante a unos 40 kilómetros del sector costero de Barranquilla (más cerca de Bahía Salada), ofrece quebradas multicolores y llanos extensos donde el fucsia, verde y amarillo se fusionan. Se trata de paisajes menos conocidos y casi vírgenes. Ahí sólo hay huellas de vehículos mineros por donde se puede transitar, pero se recomienda hacerlo con guías o conocedores del camino para evitar extravíos o quedar botados en el desierto de haber desperfectos en los autos.

En el caso del Parque Nacional Pan de Azúcar (190 km de Copiapó) en la provincia de Chañaral, en la zona norte de la región, las floraciones aún son débiles, aunque se observan especies como añañucas y amancay en las quebradas Cerro Castillo y Coquimbo.

.

Fuente: La Tercera – Christian Palma / fotos Alex Fuentes